Cartas de Indrani

Queridas almas:

Me encuentro en medio del camino del Torío. A la derecha un prado segado; las pacas se reparten regularmente por su superficie reseca y el suelo aparece amarillento y cortante. A la izquierda un campo de alfalfa, verde tierno y flexible.

El prado segado lleva la imaginación a la cosecha, la generosidad de la tierra; su amarillo parduzco al verano y todas las sensaciones de reposo que lo acompañan. El campo de alfalfa habla de energía vital y esperanza. Uno y otro transmiten apertura de nuestro ser y contienen belleza, su propia belleza.

En medio del camino de la vida puedes observar también a un lado y otro, ¿qué ves? Quizá a un lado veas los logros, o los errores cometidos y las decepciones. Quizá al otro veas posibilidades, deseos que satisfacer, promesas, metas que alcanzar. Pero, en medio del camino, ¿cómo te sientes tú?, ¿qué experimentas en tu interior?

Ayer una querida amiga, jubilada, me decía que su vida laboral ha quedado atrás hasta tal punto que podía haber sido panadera, tendera, abogada… lo que «fue» no tiene ya ninguna importancia. Ella amaba su profesión y se dedicó con esmero a su labor. Pero su profesión no «era» ella, por eso al abandonarla su identificación con su trabajo desapareció por completo.

En medio del camino de la vida no tiene importancia lo que veas a un lado y otro, lo único que tiene valor es qué sientes interiormente. El trabajo que desempeñas, la posición social, la casa en que vives, las posesiones… pasan sin dejar rastro y solo queda tu vida interior. Desarrolles la labor que desarrolles, sigas la trayectoria que sigas, ¿te aporta paz, calma, dicha? ¿Te aporta «belleza»?

El único panorama que merece la pena contemplar desde el medio del camino de la vida, o desde el segundo tercio de la vida, o desde cualquier otro segmento de la vida, es paz, es dicha. Desde el centro de ese camino debes vislumbrar una paz y una dicha crecientes. Sin aferrarte a lo que quede a la derecha, que ya pasó y que, con todos sus matices más claros y más oscuros, te ha ayudado a crecer; sin ansiedad por lo que aparezca a la izquierda, que continuará ayudándote a crecer, contempla la belleza a uno y otro lado. Y dirige tu vida de forma que, hagas lo que hagas, te enfrentes a las situaciones a las que te enfrentes, la paz y la dicha se conviertan cada día un poco más en tu realidad.

Porque la paz y la dicha son «tu» realidad, la realidad del alma que debes cultivar hasta que no exista otra realidad.

Desde el pasado-presente-futuro del alma,

Indrani

«CARTAS DESDE EL CAMINO. PASOS DE UNA DISCÍPULA DE YOGANANDA»