Oración infantil

Queridas amigas, queridos amigos,

Cuando era niña, mi padre venía todas las noches a mi habitación a acompañarme en el momento de entrar en el sueño y rezábamos juntos dos oraciones. En una de ellas hablábamos con el Niño Jesús, que era niño como yo, y le ofrecíamos mi corazón. Toda la pureza de aquel corazón infantil se dirigía con fervor hacia lo alto, y un Amor balsámico inundaba el dormitorio envolviéndome en la despedida del día.

Esta oración había desaparecido de mi vida, olvidada durante muchos años; pero hace algún tiempo, volvió a mí. ¿Qué circunstancia la trajo de nuevo? No lo sé con exactitud, ¿quizá una perentoria necesidad de ofrecer mi corazón a una Realidad más elevada que aquélla que me rodeaba a diario? Lo que sí sé es que su efecto fue tan balsámico como en la niñez, y me sentí transportada a aquel mundo de bondad. Mi ser se deleitó con su pureza —la pureza de la oración, de mi mundo infantil y la pureza del Ser—. Sentí el cariño de mi padre y mi amor derramándose hacia aquel niño que mi tierna imaginación creaba con tanta naturalidad; sin preguntarse qué clase de niño era, pero sabiendo que en él había tanta grandeza como para ofrecerle sin reservas mi corazón.

Esta oración infantil despertó —o hizo renacer— en mí el anhelo de ofrecerme a una Realidad que ahora ya no represento como un niño, pero en la que siento la misma Grandeza; una Realidad de Amor, de Luz indefinibles. Y comencé a hacerlo; no con la regularidad del tiempo en que mi padre me acompañaba todas las noches, pero sí cada vez que mi corazón necesitaba liberarse de alguna carga o necesitaba expandirse.

Siempre que he hecho esa ofrenda, la sensación de conforto ha venido como un maravilloso regalo, pero sobre todo, ha venido el sentimiento de alcanzar esa Realidad, de ponerme en contacto con ella. Y de liberación, expansión.

Recientemente mi ofrenda adquirió un enfoque algo distinto: pasé de ofrecer “mi” corazón a esa Realidad, a sentir que “Su” corazón ocupa el lugar de mi corazón. No sé si habréis hecho esto alguna vez, si lo habéis hecho probablemente habréis tenido una experiencia similar a la mía, pero hubo un momento en que ese “corazón” apareció como una sustancia casi cristalina-casi líquida-casi gaseosa de color violáceo con vetas más rojas, más rosas, que se extendía por encima de mí. Creí sentir el corazón mismo de la Conciencia cósmica tendiéndose ilimitado; como una visión de Absoluta limpidez, Vastedad, Infinitud.

Desde la oración del alma,

Indrani

«Cartas desde el camino. Pasos de una discípula de Yogananda» de Indrani Cerdeira