Cartas de Indrani

Queridas amigas, queridos amigos,

En los dominios de la noche se introduce una línea naranja, a continuación una línea más, una franja naranja, algunas franjas naranja van coloreando la oscuridad. ¡Qué delicia ver extenderse los primeros albores! Ahora, un nuevo tinte aclara el cielo, un resplandor surge detrás de la colina. El corazón, que estaba deleitándose en el naranja, se esponja: ¡siente el sol alzándose!, presiente la luz.

El corazón se abre al día. Todos los corazones se abren ante la Luz, incluso cuando exteriormente parezca que no es así. Quizá presenciemos conductas hostiles, hacia nosotros o en general hacia la vida, pero detrás de ellas existe siempre un Ser que ansía amabilidad. A veces, quien se comporta con rudeza ni siquiera es consciente de su deseo de amar y ser amado. A veces, tampoco nosotros somos conscientes de que la persona que actúa con animosidad busca nuestra comprensión o nuestro amor.

Cuando empecé mi labor como profesora de Enseñanza Secundaria, una compañera me comentó que los alumnos que resultaban más problemáticos, más rebeldes, eran quienes, al terminar los estudios, volvían al instituto a visitar el centro y saludar a los profesores; cosa que no hacían los «buenos estudiantes». Sin duda intervendrán muchos factores para que esto ocurra, pero uno de ellos es el “reconocimiento”; reconocimiento de la paciencia que los profesores mostraron con ellos, del apoyo y la comprensión que les proporcionaron. Aun cuando, exteriormente, manifestaran un descontento mayor que los demás, en realidad buscaban —y apreciaban, “reconocían”— la amistad y el respeto de sus profesores.

Como estos alumnos, tantas veces las personas querrían expresar amor, pero son incapaces de hacerlo. Querrían “sentir” amor, “dar” amor, pero en su lugar actúan con ira o con rabia. Aparentemente se alejan de la fuente de la dulzura, ¡solo aparentemente! Sentir amor, dar amor, es un anhelo innato en el ser humano, porque significa expansión; nadie carece de este anhelo.

El alma no tiene confines, nada la constriñe. De ahí nuestro impulso natural a rebasar toda barrera. Al mismo tiempo, nuestro ego es limitado, ¡y es fuerte! —es también nuestro sentido de «nosotros mismos». En esta contienda entre dos fuerzas opuestas, a veces el ego no permite abrir la puerta a los sentimientos del alma. Pero en todos, el alma anhela la dulzura y la Luz. ¡No lo olvidemos!

¡Que todos vivamos en la Dulzura y la Luz del alma!

Indrani

«Cartas desde el camino. Pasos de una discípula de Yogananda» de Indrani Cerdeira