Luminosa esencia

Queridas amigas, queridos amigos,

¡Deslumbrante momento del atardecer! Justo unos minutos antes de ocultarse, el sol derrama belleza sobre la huerta. Se despide con el máximo esplendor, como si deseara hacernos el regalo más sublime antes de depositarnos en manos de la noche.

¿Dónde fabrica este luminosísimo color naranja? La tarde no hacía prever tal magnificencia y, sin embargo, ¡aquí está el naranja más brillante reviviendo los troncos y las ramas de los chopos desnudos, las inflorescencias de los avellanos, el prado y las clemátides! Un derroche de vida naranja surge de improviso en el paisaje invernal.

Al fondo, en las colinas, también los robles cobran vida naranja un poco más parda, y ayudan a resaltar el incomparable color del primer plano. La forma tenue de la luna creciente pone en lo alto una lejana fuente más de luz.

Como tantas veces a esta hora mágica, me dejo arrastrar por el asombro, y ahora siento que no es el sol el que crea su vida naranja: la luz parece surgir del interior de las formas y el sol únicamente la hace brillar más. Realmente es un paisaje de luz: ¡Árboles y arbustos de luz! ¡Frutales de luz! ¡Colinas de luz!

Esta es la naturaleza de todos los seres: la Luz. Es nuestra naturaleza. Por mucho que a veces pueda verse oscurecida, continúa existiendo bajo la oscuridad. Aunque en ocasiones estemos muy lejos de percibirla, la luz subyace a cualquier imagen en que pueda manifestarse un ser, a cualquier apariencia que pueda adoptar.

Cuando comencé este camino que recorro con vosotros en las cartas, el capítulo que más me atraía de la Autobiografía de un yogui tal vez porque resonaba con mi formación científica— era “La ley de los milagros”, donde Paramhansa Yogananda habla de la luz como base de la creación.

Os propongo, entonces, comenzar a ver siempre la luz. Especialmente en el trato con los demás, intentemos ver la luz que existe en ellos. Quizá haya situaciones en que no nos resulte fácil observarla, pero hagamos el esfuerzo. El comienzo puede ser enfocarse solo en la luz y dejar a un lado aquellos aspectos en que podamos sentir su carencia. Después, ir dando fuerza a esa luz, quitar toda energía de las partes en sombra. Paulatinamente la luz irá tomando el lugar que le corresponde, iluminará su alma, y será esa esencia la que contemplemos en todo momento, bajo cualquier capa que trate de esconderla o apagarla.

Desde la esencia de Luz del alma,

Indrani

«Cartas desde el camino. Pasos de una discípula de Yogananda» de Indrani Cerdeira