Cartas de Indrani

Queridas amigas, queridos amigos,

Paseo algo más tarde de lo habitual. Está anocheciendo. Durante la mañana lloviznó intermitentemente, templando la atmósfera, y ahora se respira una deliciosa calma.

La noche comienza a descender sobre el camino, y en este final del día, la serenidad impregna el paisaje: el intenso verde de los pastos en invierno, el pardo vivísimo de los árboles circundándolos, el vuelo rápido de los últimos pajarillos que, cuando paso a su lado, cambian de arbusto rápidamente buscando su cobijo nocturno. En los prados, las vacas comienzan a reunirse silenciosas para regresar al establo; se disponen casi en fila mirando hacia el cercado por donde aparecerá el ganadero, y sus cencerros hacen sentir más dulcemente el silencio.

Sí, es el momento del silencio, de regresar a «casa», al hogar de la columna. Antes de hacerlo, el regalo de la serenidad de este anochecer al final del sábado es como una recompensa por los esfuerzos de la semana; por los esfuerzos interiores de superación. ¿En qué campo has dado un paso adelante? ¿Quizá en tu trabajo has conseguido no participar en situaciones de rivalidad? Quizá has evitado el espíritu de competición. O, en tu círculo cercano, te has mantenido al margen de la oposición o el litigio. ¿Qué pequeña o gran barrera has traspasado esta semana?

Esfuérzate por permanecer siempre en tu centro. Haz pequeños avances cada día en la dirección que te lleve a tu verdadero ser. ¿Qué aspectos de ti debes cambiar, o moldear, para aproximarte a él? Si adquieres la práctica de observarte a lo largo del día, irás descubriendo las características de tu comportamiento que te alejan de tu ser, en el nivel más elevado. Comienza entonces a emprender pequeñas transformaciones; a tratar de vencer, primero, las batallas menores. Poco a poco te darás cuenta de que la vida te presenta continuamente las circunstancias que te permiten mejorar. A medida que pelees esas batallas, te fortalecerás.

Proponte cada día estar vigilante, y luchar. Cuando sientas la primera brisa del ego soplar sobre tu llama interior, ampara rápidamente la llama, no le permitas el más leve parpadeo. En ese momento te resultará fácil calmar la brisa antes de que se convierta en un fuerte viento que te asole.

A medida que te mantengas en tu ser profundo, los acontecimientos externos perderán —en el mismo grado— poder para sacarte de él. Progresivamente irás contemplándolos «fuera» de ti. Porque, en verdad, nada del mundo externo llega a quien tú eres realmente; nada puede alcanzarlo.

Desde el silencio y la serenidad del alma,

Indrani

«Cartas desde el camino. Pasos de una discípula de Yogananda» de Indrani Cerdeira