Cartas de Indrani

Queridas amigas, queridos amigos,

Hoy, domingo, celebramos la meditación larga de Navidad en el grupo de meditación de Ananda en León. Hay siempre tanta luz en esta meditación, que durante toda la semana la tuve en el pensamiento; bueno, supongo que todas las personas que participamos en ella en años anteriores la «tuvimos» en el pensamiento, así que, aunque continuaré hablando en singular, extiendo mis palabras para incluir a quienes se identifiquen con ellas.

Durante la semana estuve rememorando el brillo que resplandece en días como hoy y, sobre todo, predisponiéndome a experimentarlo. Traía a la memoria las luces físicas que adornan el templo en esas ocasiones, y de ellas me iba a la luz más etérea que todos sentimos brillar en la atmósfera del templo, y a la luz interior que se aviva en nosotros. Al disponerme así a experimentarla, me abría a la luz. Y me di cuenta de que no solo le hacía sitio dentro de mí, sino que la llamaba.

El sábado, después de días de fortísimas lluvias, por la mañana salió un momento el sol. Las gotas de lluvia cubrían de bolitas de cristal las ramas deshojadas de los frutales y, al recibir los rayos del sol, transformaban los árboles en árboles-focos de luz; más focos de luz que árboles, porque el árbol prácticamente desaparecía bajo el manto de bolitas refulgentes. La luz, que llevaba toda la semana cobrando forma en mi interior, pareció tomar expresión externa. ¡Qué maravilla disfrutarla! Fue un precioso anticipo, pero también una primera culminación, de la Luz a la que estaba aspirando.

Comprendí entonces que al llamar a la luz la atraía hacia mí; vivía ya el momento resplandeciente de su manifestación, que pasaba de ser una rememoración o un anhelo a realizarse.

Durante la meditación en general, pero especialmente en las meditaciones largas, se produce una elevación de la conciencia. Podemos decir que la conciencia se eleva hacia la luz. Y si disponerse a experimentar ese momento lo atrae, y lo manifiesta, tenemos en nuestras manos la capacidad de atraer hacia nosotros cualquier estado de conciencia elevada que deseemos. Si podemos vivir el luminoso momento de la meditación «llamándolo», podemos experimentar cualquier estado de conciencia elevada en todo momento; basta con anhelarlo, abrirse a él y «llamarlo» con aspiración perseverante.

Desde la llamada del alma,

Indrani

«Cartas desde el camino. Pasos de una discípula de Yogananda» de Indrani Cerdeira