Cartas de Indrani

Queridas amigas, queridos amigos,

Cuando finaliza la meditación el miércoles por la noche, un aura de amistad divina —utilizando la expresión de Swami Kriyananda— colma la sala. Un aura de fraternidad. Estuvimos meditando siete personas, y cuando la última se despide en la puerta, y cierro tras ella, siento vibrar en la sala la dicha que hemos atraído juntas; siento la respiración de la nobleza a la que hemos llamado juntas; la aspiración a una conciencia suprema. Siento cómo hemos estado buscando juntas la Verdad.

La unión de nuestros anhelos y energía ha creado un vínculo entre nosotras que se percibe claramente al quedarme sola, pero que no permanece confinado en la sala. Es el vínculo de un mismo vehemente deseo en todos los seres humanos, un deseo de elevación que nos une y que terminará predominando sobre cualquier otra realidad. Puedo notarlo mientras me dispongo a recoger la sala. La aspiración que nos ha unido aquí este miércoles se expandirá —realmente está ya expandiéndose—, se extenderá por nuestro planeta, lo inundará de Luz.

Al salir a la calle pienso en las personas que hemos estado reunidas, en la «unión» que se ha formado. Y entonces siento también a cada una de ellas como una luz individual. ¡La Luz refulge tan brillantemente en cada una! Miro hacia arriba, el cielo está estrellado. Como siempre, me fascinan esas luces titilando en el espacio. Vuelvo a las amigas y amigos que nos sentamos juntos en pos de la Luz. Cada uno es ahora un foco de luz, de luz interior y eterna; de una luz que crece indefinidamente. Y me parecen puntos de luz más brillantes que las mismas estrellas.

El día anterior, el martes, otro grupo nos habíamos reunido a meditar, en Amistad divina, en otra sala, en otro «templo». Una querida amiga nos había dado la noticia de que se había «librado» de un tratamiento que, probablemente, hubiera resultado penoso. La alegría que compartimos formó el martes el vínculo en nuestra búsqueda de la Verdad.  Esta amiga y yo nos quedamos un poco rezagadas al abandonar el templo, y entones me dijo: «Tengo que venir más a menudo, os necesito». Sentí que también los demás la necesitábamos a ella, pero que esta necesidad, tanto en ella como en los demás, tenía un matiz impersonal. Sí, era la necesidad de estar con los amigos, pero era sobre todo la necesidad de unir nuestra fuerza, nuestro profundo anhelo, en busca del Absoluto.

Paramhansa Yogananda habla del advenimiento de los Estados Unidos del Mundo. Después de meditar juntos el miércoles, el martes, siempre que lo hacemos, es fácil comprender que este «Nuevo Mundo» llegará, que está ya construyéndose; es fácil experimentarlo.

En Amistad divina,

Indrani

«Cartas desde el camino. Pasos de una discípula de Yogananda» de Indrani Cerdeira