Cartas de Indrani

Queridas amigas, queridos amigos,

La brisa mece las largas inflorescencias de los avellanos en el lindero de dos pastizales. El sol, que comienza a descender detrás de ellos, ilumina los cilindros amarillos un poco verdosos que cuelgan grácilmente. Esta luz, que les llega un poco difuminada por las ramas sin hojas, aviva de tal manera su color que no puedes sino detenerte a contemplarlos. Una gran viveza, pero también algo muy tenue—probablemente la luz brillando en el polvillo del polen— crea un color tan fino e intenso a la vez, que te parece estar contemplando formas que se mecen en un mundo mucho más delicado que el mundo físico.

La luz parece moverse entre dos mundos: un mundo con peso y forma, y un mundo ingrávido y sin contornos. Y nos facilita dar el paso de uno a otro. Como en los avellanos, nos facilita dar el paso desde la materia a una realidad más sutil. Sobre todo nos hace saborear esa realidad que quizá todavía no percibimos permanentemente, pero de la que tenemos atisbos y de la que podemos gozar en algunos instantes, como en la tarde de ayer contemplando las flores de los avellanos.

Sí, la luz nos habla de una realidad de belleza. Sin duda, todos anhelamos esa realidad, todos anhelamos la Luz, porque forma parte de nosotros. Antes de que se manifestara la materia se manifestó la Luz, la materia es una «consecuencia» de ella; así que, por encima de nuestra realidad física existe nuestra realidad de Luz.

Desde hace unos días he sentido la necesidad de experimentar con más frecuencia esa realidad y, para acercarme a ella, he comenzado a practicar un ejercicio. El primer paso consiste en visualizar la «columna astral»; es decir, visualizar la columna de luz que antecede a la columna física. Lo hago visualizando por delante de la columna vertebral física un tubo de luz. Una vez visualizado, trato de sentirlo con la mayor claridad y fuerza posible. Y a continuación, sentir que yo estoy en ese tubo, que mi ser es ese tubo de luz mucho más que la envoltura corporal.

Este tubo de luz es el «testigo» de hacia dónde quiero dirigirme, de cuál es el camino que quiero seguir, y también es un santuario al que retirarme. Y, aunque por ahora la columna de luz juega sobre todo este papel de referencia, poco a poco va ganando una posición más activa que me hace presentir una vida en la Luz.

Así, ante las situaciones que puedan separarme más de la luz, cierro un momento los ojos y entro en ese luminoso espacio interior; al hacerlo, inmediatamente se experimenta una elevación; la conciencia se eleva y dentro de esa columna reina una profunda paz. Adentrándose en esta paz se descubre la más dulce armonía; todo, en el interior y el mundo externo, se armoniza; y la Luz, la paz, la armonía se convierten en la auténtica Realidad.

Esta es la Realidad en la que queremos y «podemos» vivir permanentemente.

Desde la Luz del alma,

Indrani

«Cartas desde el camino. Pasos de una discípula de Yogananda» de Indrani Cerdeira