Cartas de Indrani

Queridas amigas, queridos amigos,

Un cambio me sorprende en el camino del río. Un arbusto se ha poblado de bolitas moradas. ¿Qué serán estas pequeñas esferas? Yemas no pueden ser. Me acerco. Cada bolita se diferencia en varias otras diminutas. Los capullos del endrino van asomando en sus débiles tallos. En el valle del Torío, la lenta transformación hacia la primavera da un paso adelante.

Esta esperada transformación se produce tan despacio en la Cuenca del Duero. Y, sin embargo, desde hace unas semanas no deja de avanzar. Cualquier tarde saldré al camino del río y los capullos del endrino serán purísimas flores blancas. Ya puedo verlas. En estas esferitas moradas ya puedo disfrutarlas.

Hace unos días hablaba con un amigo de cierta situación en mi vida que desearía dejar atrás, pero de la que parecía no conseguir desprenderme. Él, sabiamente, me recomendó: «Quizá tengas que aceptar que esté ahí». Mi primera reacción fue: «Sí, sin duda». Después vino la contra-reacción: «¡¿Cómo?!». «¡¿Por qué aceptarlo?!». «¡Tengo que evitar esta situación a toda costa!» —Paramhansa Yogananda llamaría a esta conversación interior “las contracorrientes del ego”. Me costó algunos giros mentales regresar a la primera reacción: «Tengo que aceptarlo».

Una vez que esta determinación se impuso, comenzó el alivio. La calma se estableció en donde había reinado la oposición. Y con la calma vino la comprensión de poder seguir adelante, sin conflicto, con esa circunstancia.

Paseando ayer por el río comprendí también que esa situación se mantendrá mientras yo no haga el cambio que está señalándome. Si esa circunstancia se repite, a mi pesar, es porque hay algo que yo tengo que transformar interiormente. Algo debe transmutarse en mí hasta alcanzar el punto en que, se repita o no, no me afecte. ¡Qué felicidad! ¡Porque admitirlo inmediatamente sé que haré el cambio! Sé, con absoluta certeza, que se realizará la transformación necesaria. Y experimento ahora, en el presente, la liberación que traerá consigo.

Esta es la facultad, primero de la aceptación, después de la disposición al cambio. Si la practicas, te sorprenderá cómo en el mismo instante en que decides tomar esa dirección puedes vivir ya el momento en que te habrás transformado. Y en ese momento, en «este» momento, el obstáculo no existe.

Al igual que la primavera en la ribera del Torío, las transformaciones interiores pueden avanzar lentamente, pero si te abres a ellas, sabrás —tu corazón sabrá—que llegarán a su culmen. Y en el primer atisbo de un capullo disfrutarás ya del momento de la floración.

Desde la floración del alma,

Indrani

«Cartas desde el camino. Pasos de una discípula de Yogananda» de Indrani Cerdeira