Cartas de Indrani

Queridas amigas, queridos amigos:

El piso donde vive mi querida amiga Daya, en la Línea de la Concepción, daba a un patio de luces. Ella, mirando el patio, no veía un patio, sino una sala de meditación. Compartía esa visión con su esposo, y llegó un día en que, también Manuel, dejó de ver un patio interior. Así, juntos, decidieron que su visión tenía más poder que la realidad física que se presentaba ante sus ojos y «materializaron» la sala.

Daya me envió una grabación en vídeo del proceso de conversión del patio. Pude ir viendo cómo las paredes irregulares y envejecidas se revocaban y alisaban; cómo se abrían huecos para ventanas que una semana después se acristalaban; cómo lo que fue un patio «gris» se coloreaba y decoraba; y cómo, finalmente, un día las personas se reunían allí a meditar.

Cuando el vídeo terminó, sentí que lo que Daya y su esposo habían hecho era un proceso de creación de una nueva conciencia. Habían elevado la vibración de aquel espacio. Habían transmutado la energía de un patio de vecindad en energía espiritual.

Si a las personas que han emprendido un camino de elevación de su conciencia se les pregunta por qué tomaron la determinación de empezar, una gran mayoría relata el estado de decaimiento al que habían llegado, o de angustia extrema, el desmoronamiento de la realidad en que vivían, la sensación de encontrarse perdidas en un mundo incontrolable o carente de sentido.

Parece que, con mucha frecuencia, es necesario desplomarse hasta la más profunda oscuridad para ansiar la luz. En el plano personal, cuando se llega a un estado cercano al aniquilamiento, la fuerza del alma, derrotada la férrea oposición de las fuerzas materiales, puede actuar al fin. En un plano general, un hundimiento social baja los escudos que cortaban el paso a una conciencia más elevada. Y, a partir de ese momento, puede comenzar la transmutación que siguió el patio de luces de Daya.

Esta mañana, en el silencio de las primeras horas del domingo —que durante el periodo de cuarentena en que nos encontramos es el silencio cotidiano— pude oír claramente el paso de un tren atravesando la soledad. Su silbato al acercarse a la estación hizo saltar mi corazón de alegría. El tren lanzaba una llamada de esperanza, iba esparciendo esperanza en su trayecto. La vida bullía de nuevo, una « vida nueva », una conciencia renovada.

Desde el alma siempre nueva,

Indrani

«Cartas desde el camino. Pasos de una discípula de Yogananda» de Indrani Cerdeira