Cartas de Indrani

Queridas almas:

El espino albar ha cedido su reino al saúco y el aligustre, que imperan también blancos, aunque con cierta humildad en su porte y su blancura, ¡no así en su perfume! Ayer, en un pequeño paseo en coche, con las ventanillas abiertas de par en par queriendo respirar a fondo la primavera, iba pasando del olor de uno a otro, tan distintos, pero ambos tan agradables. Me deleitaba en la fragancia del saúco y, casi antes de dejarla atrás, ya me inundaba el aroma del aligustre, y de nuevo regresaba el saúco con su aroma. No podría decir cuál me embargaba más, cada uno de ellos tocaba una fibra profunda de mi ser.

Cuánta diversidad en la Naturaleza, también en la Naturaleza humana. Qué diferentes las actitudes y perspectivas de la vida para cada persona. Pero como el saúco y el aligustre, ninguna de ellas excluye a las demás. Las diferencias aportan visiones distintas del entramado de la vida, formas diversas de encarar unas mismas circunstancias. La unión de todas ellas completa la escena en que se desarrolla nuestra existencia.

Si todos tenemos una única meta: fundirnos en la Luz infinita, cada uno nos acercamos a ella por vías propias. Cada uno de nosotros recorremos un camino diferente, hasta que entramos en el Camino del Alma. Mientras no nos adentremos en ese camino, tenemos que aceptar que existan diferencias. Tenemos que seguir el camino dármico para nosotros y permitir que los demás sigan el suyo. No podemos, ni debemos, forzar a nadie a tomar nuestro derrotero; ni podemos indignarnos porque otros tomen un derrotero distinto.

Hace años, cuando estaba comenzando a formarse el grupo de meditación de Ananda en León, una persona se acercó alguna vez a meditar con nosotros y, tras venir varios días, comentó: «Es que… ¡sois todos iguales!». A mí su comentario me extrañó, no me parecía en absoluto que fuéramos iguales, al contrario, ¡nos veía tan distintos! Ahora comprendo un poco mejor a qué se refería. Todos estábamos esforzarnos por encontrar el Camino del Alma, así que todos nos movíamos en una única dirección.

Cuando todos tomamos la misma dirección, la dirección del Alma, pasamos por las mismas estaciones y contemplamos un mismo panorama. La dirección común, con unas miras comunes, unifica también la respuesta a los retos que nos esperan en esas estaciones y a las situaciones que se presentan en el camino. Cuando estamos moviéndonos por sendas distintas, a veces en direcciones opuestas, el escenario que atravesamos unos y otros varía; en consecuencia, las reacciones son dispares, a veces opuestas.

Aceptemos que cada persona tiene un sendero propio y permitamos que lo recorra en paz. Para todos, llegará el día de emprender el Camino único del Alma.

Desde el Camino del Alma,

Indrani

«Cartas desde el camino. Pasos de una discípula de Yogananda» de Indrani Cerdeira