Swadhyaya

Queridas almas:

Hoy la tarde se ha convertido en calor. En la sala, la ventana está abierta de par en par y el calor da tal peso a la atmósfera que la hace casi tangible. De nuevo, en una casa vecina, una voz —en esta ocasión una voz grave— viene envuelta en el aire pesado y parece darle cuerpo. No obstante, de vez en cuando una ráfaga de brisa fresca penetra el denso velo de calor; es una delicia respirarla, y al detenerse para hacerlo, puede escucharse la variada canción de una multitud de pajarillos que entonan cada uno su parte. La ligereza de su canto llega sostenida en el frescor de la brisa, como si procediera de algún lugar por encima de la atmósfera caldeada. Y nos hace sentir ese «lugar» de ligereza.

¿De qué «lugar» procede la risa de un bebé que sostienes en brazos y se ríe casi estrepitosamente? ¿De dónde llegan sus carcajadas absolutamente francas, libres de toda mácula?; su risa, que nos hace sentir la dicha de un mundo puro y liviano.

O quizá has observado la prontitud e infalibilidad con que opera la ley kármica. Quizá has percibido con cierto asombro en alguna persona cercana —o en más de una persona cercana— la sacudida del efecto de sus actos exactamente en el mismo nivel en que actuó, y con una intensidad que puede resultar incluso mayor a la que se hubiera esperado. Quizá la has experimentado en ti misma.

El refinado canto de los pájaros, la risa del bebé o la indefectible ley kármica parecen pertenecer a un universo cuya expansión, orden, dicha, van más allá de los caracteres con que nos relacionamos en este mundo material, y nos ponen en contacto con él. Y junto a ellos nos alcanzan también, aquí y allá, otras maravillosas muestras de este universo más sutil.

Hace unos días tuve una de estas muestras maravillosas. Un querido amigo me contó un sueño. En él apareció un ángel con el que mantuvo una conversación. Durante la conversación, según sus propias palabras, el ángel le instó y le predispuso para que emprendiera una preparación. No es, desde luego, casual, que mi amigo estuviera pensando en iniciarse en Kriya yoga y en la «preparación» que lleva consigo. Y, desde luego, no es casual cuando se piensa en los Yoga sutras de Patanjali. Pues Patanjali afirma que al perfeccionarse en la práctica del autoestudio, swadhyaya en sánscrito, se obtiene el poder de comulgar con seres de esferas más elevadas y recibir su ayuda. No me cabe ninguna duda de que esto es lo que le sucedió a mi querido amigo. Gracias a su dedicación profunda a conocerse a sí mismo como alma, recibió la visita y la guía de un ser de una esfera de existencia superior.

Poco a poco, a medida que el alma va desplegándose en nuestra vida, la relación con un mundo más elevado se fortalece. Sus manifestaciones van apareciendo salpicadas entre los brochazos más burdos de la existencia material, pero con frecuencia creciente ganarán protagonismo, hasta que llegue el momento en que se conviertan en nuestra única condición.

Desde el alma,

Indrani

«Cartas desde el camino. Pasos de una discípula de Yogananda» de Indrani Cerdeira