Cartas de Indrani

Queridas almas:

Es una mañana otoñal de inmaculado cielo azul. Esta madrugada una ligera helada cubrió el paisaje y, cuando el sol se alzó por encima de la colina frente a mi ventana, levantó el telón a un precioso espectáculo: una fresca brisa mecía los árboles y arbustos; a su soplo, el rocío que se deshelaba bajo los rayos del sol caía en una lluvia resplandeciente. ¡Qué dicha el brillo de las gotas de rocío desprendiéndose! ¡Qué dicha esta lluvia de rocío bajo el sol radiante y el cielo de intenso azul! La sentí como uno de tantos regalos que la Naturaleza nos dedica generosamente.

Cuántos regalos nos brinda la Naturaleza, nos brinda el Universo. A veces parecen llegar sin responder a ningún movimiento por nuestra parte; pero, ¡cómo llenan nuestro corazón cuando comprendemos que vienen como reconocimiento a un esfuerzo!

Desde que comenzaron las largas y tortuosas restricciones decretadas al aparecer el Covid-19, para muchas personas comenzó también un difícil periodo de adaptación a unas circunstancias desconocidas. Para mí, personalmente, fue así. Me vi en la necesidad de cambiar mi medio de vida. Más bien me vi en la necesidad de transformar mi medio de vida; que para mí es mucho más que un simple medio de vida, es, por encima de todo, un servicio a los demás. La imposibilidad de llegar a los demás como hasta entonces, en clases presenciales, me llevó a hacerlo a través de Internet. Me vi obligada a ponerme al día en la utilización de unos medios que siempre había observado desde lejos. Pero, gracias a la ayuda inestimable de mis amigos, superando muchos escollos, pude empezar una etapa nueva en este ambiente inusual y, al principio, bastante inhóspito.

Especialmente durante los primeros días de octubre, tuve que recurrir a toda mi voluntad para poner en marcha esta inusitada, para mí, forma de impartir clase. Desde luego no podría haberlo hecho sin el aliento de quienes me animaron a abrirme camino en este medio: mis alumnas y mis amigos más cercanos.  Gracias a unas y otros, gracias a las enseñanzas de Kriya yoga, pude superar las dificultades y atravesar la puerta que desembocaba en este mundo nuevo. Al hacerlo, lo que sucedió fue admirable. Al igual que la lluvia de rocío de esta mañana, comencé a recibir una lluvia de dicha. Muchas de las personas que empezaron a seguir las clases online son mujeres mayores, tan lejanas como yo de algunos recursos informáticos. También ellas sacaron a la luz toda su voluntad para asistir a las transmisiones; pero la felicidad que experimentaron al ser capaces de llevarlo a cabo les recompensó. Me hicieron partícipe de su felicidad, y con ello me comunicaron también la recompensa al esfuerzo.

Extrañamente, la recompensa no se restringió a lo relativo a las clases. Como si el esfuerzo irradiara en todas direcciones, como si atrajera la recompensa a oros esfuerzos, comenzaron a lloverme bendiciones de todas partes. ¡Qué gran dicha!

Paramhansa Yogananda señala la dicotomía que ha existido siempre en las religiones entre la «gracia» divina y el esfuerzo personal. Pero dice que ambas son necesarias, son las dos caras de la misma moneda.

No temamos al esfuerzo personal, porque el esfuerzo nos abrirá a la «gracia», a la dicha, a las bendiciones.

También Paramhansa Yogananda escribió un canto que dice: «Amanece alma mía, sal del sueño ya». Hagamos el esfuerzo de salir del «sueño». El Universo responderá espléndidamente a nuestro esfuerzo.

Desde el alma libre del sueño,

Indrani

«Cartas desde el camino. Pasos de una discípula de Yogananda» de Indrani Cerdeira