Cartas de Indrani

Queridas almas:

La nieve hiela el aire en la montaña y lo lanza gélido sobre el valle. Al llegar al camino del río, un primer impulso a encogerse, físicamente, y también mentalmente: «¿No será lo más sensato volver a casa?». A continuación se impone la voluntad; el paseo actuará como un reconstituyente.

Y, sí, así lo hace. Es una tarde de color intenso bajo un cielo de nubes negras y desgarrones azules: azul claro, azul más profundo, añil… Solo por contemplar este paisaje de tintas naranjas, casi amarillentas, pardas, marrones, me alegro de haber sido capaz de aventurarme en el frío; ¡Qué fuerza se experimenta ante esta gloriosa intensidad!

Después el río. El agua transparente como cristal licuado purifica nuestra alma, refresca la mente, y nos prepara para abrirnos. Si estamos viviendo en una etapa en que todo exteriormente nos lleva a encerrarse, la intensidad con que se muestra hoy la Naturaleza llama a romper cualquier idea de estancamiento, también cualquier idea de oponer resistencia.

El río discurre por las zonas donde el terreno es más blando, y va trazando lentamente su cauce. Cuando encuentra un obstáculo, busca la forma de rodearlo. Y continúa excavando poco a poco su lecho. No opone resistencia a las condiciones del terreno, se adapta a ellas. Y fluye. No opone resistencia ni tampoco se detiene; ante un escollo, cambia su dirección hasta encontrar por dónde seguir corriendo. Y continúa abriéndose camino.

Imperceptiblemente para quienes lo observamos, el río modela su cauce día a día. No solo está en perenne movimiento, también se transforma perennemente. El agua es siempre distinta, pero también el cauce por donde discurre es diferente.

Las circunstancias de nuestra vida están en continua mutación, ¿podemos pretender que nuestro estado de cosas se mantenga? Tenemos que adaptarnos, como el río, a las situaciones constantemente nuevas. No ofrecer resistencia. Pero tampoco detenernos. Si somos capaces de descubrir una nueva dirección, encontraremos la forma de continuar adelante, de seguir avanzando. O quizá tengamos, como el río, que pulir los obstáculos. Pacientemente, ir socavándolos hasta que nos permitan pasar.

En la búsqueda de nuevas vías nos transformamos, como el río transforma su cauce. Cuando sea posible discurrir por los terrenos más blandos, por qué no ir por allí. Pero si nos encontramos con una roca, intentemos rodearla. Y si no podemos rodearla, bien, ¡siempre podemos erosionarla!

Desde el alma, que jamás encuentra obstáculos,

Indrani

«Cartas desde el camino. Pasos de una discípula de Yogananda» de Indrani Cerdeira