Cartas de Indrani

Queridas almas:

Un cielo uniformemente gris. La vegetación de la ribera parda, aunque en los sembrados de cereal despuntan las señales del verde. Nos adentramos en las profundidades del invierno. La falta de luz parece desprenderse del cielo gris sobre el pardo de los árboles y sobre los sembrados formando una masa gris verdosa. Ningún contraste marca la extensión de esta masa en la que nos sentimos envueltos.

En el camino del río la vida se ha detenido. La atmósfera está en suspenso. El cielo y la tierra se aletargan. ¡La primavera está tan lejos! El musgo y la hierba de los linderos retienen, a media tarde, la humedad de una noche de escarcha. Junto al cereal que empieza a horadar la tierra, pueden distinguirse algunas ramitas amarillas y moradas en este o aquel arbusto que quieren retoñar. ¡Leves signos de vida en esta tarde de detención!

Sí, la vida, que se ha retirado, está atesorándose, reconcentrándose para el esfuerzo que quiere comenzar a pujar aquí y allá en algún arbusto. Un esfuerzo más, unas semanas más y la vida irrumpirá corriendo por los tallos.

Una querida amiga me recordaba una carta que Paramhansa Yogananda escribió a su gran discípulo Rajarsi Janakananda. En ella le anima a hacer un último esfuerzo. Le alienta diciéndole que tras un pequeño, último, esfuerzo estarán juntos en el Infinito. Y esto nos lo está diciendo a cada uno de nosotros. Un esfuerzo, un esfuerzo más y alcanzaremos la Eternidad.

¿Qué clase de esfuerzo? El esfuerzo de tender hacia la vida una mirada amplia. El esfuerzo de ejercer nuestra fuerza de voluntad y vencer nuestros hábitos, y no ser arrastrados por nuestras inclinaciones. El esfuerzo de poner en pie nuestra capacidad para ascender a las cimas más elevadas.

Quizá todo esto pueda parecer un gran esfuerzo. Y la Eternidad muy lejana. Pero, en realidad —según las enseñanzas del yoga— ya solo el hecho de ser humanos, de haber alcanzado este estado de conciencia, es un enorme avance. Y, si a la condición humana añadimos el deseo de perfeccionarnos, entonces el esfuerzo se reduce. Y para quien anhele un estado de perfección por encima de lo que pudiera ser un «simple» buen comportamiento, el esfuerzo se acorta todavía más.

La Naturaleza está haciendo el esfuerzo de resistir las rigurosas heladas, los inhóspitos días sin luz para llegar al sol de la primavera. Nosotros podemos hacer el esfuerzo de superar, no solo los acontecimientos desabridos, sino, por encima de todo, nuestra naturaleza menos luminosa.

Un esfuerzo, solo un pequeño esfuerzo y se abrirán las puertas de la Infinitud.

Desde la luminosa alma,

Indrani

«Cartas desde el camino. Pasos de una discípula de Yogananda» de Indrani Cerdeira