Cartas de Indrani

Queridas almas:

Mirando hacia los campos por detrás de los cristales se recibe la impresión de un sereno día de primavera; aquí, en esta meseta, de comienzos de primavera: los frutales de la huerta muestran sus capullos firmemente cerrados todavía. Fijándose un poco más, puede percibirse un balanceo casi rítmico en las ramas altas del almendro. Y, al abrir la ventana, me envuelve una brisa que no se decide a ser ni fría ni cálida.

Con esta brisa, lo que me envuelve por encima de todo es la energía de una mañana cargada de vida deseando explotar. Sobre el fondo de serenidad destacan los sonidos agudos de los pájaros, ya preparados para empollar; el ruido sordo de un motor arando; los gritos alegres de una pandilla de chicos que pedalean hacia el río.

La sensación es de un chorro de energía precipitándose sobre de la mañana, sobre es la Naturaleza. Para ella, la primavera es el resurgir de la vida que se mantuvo en reposo durante el invierno.

Quizá también para nosotros, que formamos parte de esa Naturaleza, la primavera suponga una corriente de vitalidad. Quizá también a nosotros, como a la vegetación y los demás animales, nos aporte energía renovada.

Sí, nosotros estamos inmersos en los ciclos naturales. Pero, al mismo tiempo, en muchos aspectos, estamos por encima de esos ciclos. La energía vital, por ejemplo, está siempre disponible para nosotros; tenemos acceso a ella en cualquier época del año, en cualquier estación. Y tenemos la clave para acceder a ella: nuestro deseo, nuestro anhelo de mejorar, de alcanzar nuestras metas.

¿Cuántas veces has puesto a prueba tu energía? Y, ¿qué has observado? Seguramente habrás observado que es mucho mayor de lo que imaginabas. Has comenzado a hacer una tarea con ilusión y sin pensar en el final, ¿qué ha sucedido? Sin duda la terminaste antes de lo esperado. Y entonces decides comenzar otra, sin pararte a pensar en el cansancio o la falta de tiempo o la «auténtica» necesidad de emprender una tarea más. ¿Qué ocurrió? ¿La finalizaste sin fatiga alguna? ¿Y podrías haber emprendido una tercera?

Paramhansa Yogananda enseña que la energía del Cosmos es infinita y está a nuestra disposición. No necesitamos ningún instrumento material para atraerla a nosotros, ningún medio externo para transformarla en energía utilizable. Es ilimitada y directamente accesible.

Cuando no nos ponemos límites, cuando desterramos de nuestra mente la idea de incapacidad o imposibilidad, cuando no «medimos» nuestras fuerzas o nuestro tiempo o nuestras aptitudes, entramos en contacto con la energía cósmica infinita y eterna. En nuestra mano está lograrlo.

En esta mañana de primavera, en todas las mañanas de todas las estaciones del año, sopla la brisa de la energía cósmica. Como un chorro —si no construimos compuertas que la contengan— colmará el recipiente de nuestro cuerpo, de nuestra mente, de nuestro ser.

Desde la energía eterna del alma,

Indrani

«CARTAS DESDE EL CAMINO. PASOS DE UNA DISCÍPULA DE YOGANANDA»