Cartas de Indrani

Queridas almas:

Es una tarde de dulce calma. La primavera va desenvolviendo su cubierta verde sobre la ribera. Mirando hacia el norte desde el camino, un campo de cereal verde oscurece su color hacia el azul; termina en la masa de tonalidades delicadamente verdes de los chopos, los fresnos, los sauces retoñando. Junto a mí, los saúcos y los espinos todavía tiernos enmarcan la escena.

¡Creo que no puede existir nada más bello que este armonioso paisaje de tonos verdes! Y después sonrío recordando cuántas veces creo que no puede existir nada más bello que la escena que contemplo en ese instante.

Llevo conmigo esta dulce calma de tonos verdes mientras continúo caminando.

Me detengo ante el siguiente conjunto de campos verdes con un fondo de arboledas que comienzan a poblarse. En primer plano, un chopo con brotes todavía anaranjados brillando al sol; su delicadeza se expande, llega hasta mí, y me llena.

La sensación de este instante dulce, delicado, plácido se extiende como si abarcara mi vida completa. Dejo entonces que mi mirada se alargue sobre mi vida. Pasan por mi mente algunos de sus acontecimientos. Pasan ligeros. Los años de estudio, las distintas ocupaciones, las relaciones, los retos, los logros… nada parece tener peso. Las distintas etapas han ido sucediéndose y conduciéndome a donde me encuentro en este instante: este momento de absoluta y suave calma.

Observo de nuevo las hojas del chopo retoñando al sol. Me parece que la esencia de mi vida es la misma esencia que hace vibrar casi imperceptiblemente sus hojas, que las hace resplandecer en esta tarde de suavidad. La esencia de mi vida no se refiere a ninguno de sus acontecimientos.

Quizá todas las vicisitudes de mi vida, de nuestras vidas, son envolturas de esa esencia. Y pasamos por ellas para descubrirlo, para dejar «al descubierto» tal esencia. Cuando lo hayamos comprendido, absorbido, podremos beber y ver sin saciarnos jamás de ella.

Desde la linde de chopos, fresnos y espinos entre dos campos, una conversación entre petirrojos me devuelve a la tarde. Diría que están jugando, entre ellos y conmigo; llamándose y llamándome de aquí y de allá bromeando. Y me echo a reír con muchísimas ganas.

Desde el alma,

Indrani

«CARTAS DESDE EL CAMINO. PASOS DE UNA DISCÍPULA DE YOGANANDA»