Cartas de Indrani

Queridas almas:

De pronto la primavera decide dar un salto, se adelanta un mes y, durante unas horas, crea para nosotros una tarde casi de verano. El viento, que parece preparar una tormenta, curva con fuerza las ramas de los árboles más corpulentos y levanta un cálido oleaje en el resto de la vegetación: olas aisladas en los arbustos, olas más menudas y continuas en los campos de cereal. Una multitud de cantos aumenta la sensación de movimiento y agitación. A través de la atmósfera vibrante, luminosa, se propaga el lamento de unas campanadas graves, arrítmicas, lúgubres. Me pregunto si el viento hace sonar las campanas de la iglesia.

La tarde está llena de movimiento, pero junto a la pequeña iglesia románica se aglomera un grupo estático. Va a iniciarse un funeral.

Qué extraño contraste. Una tarde colmada de vida, y la muerte. Por un momento siento la inmovilidad, la pesadez, el cuerpo del que se ha retirado la energía vital. Siento el dolor de sus seres cercanos. Y la extrañeza crece.

Al rebasar la iglesia, los espinos se engalanan con sus flores blancas, el chopo más robusto del camino se arropa de hojas. La vida avanza por la ribera, la despierta. La extrañeza desaparece. El alma de quien habitó aquel cuerpo continúa su existencia. Quizá, incluso vuelva a contemplar los paisajes de esta Tierra.

Hace meses, las plantaciones de chopos del primer recodo del camino se talaron. Se replantaron más tarde y ahora las varas algo retorcidas ya tienen hojas. La vida continúa.

Pienso en esa alma, libre ahora del cuerpo, ¿Qué maravillas estará contemplando? Si los seres que la amaron en el cuerpo tan bien conocido por ellos pudieran escudriñar el plano donde se desarrolla ahora su existencia solo podrían experimentar regocijo ante su libertad y felicidad. Y en este momento la atmósfera se colma de libertad y felicidad.

La pequeña angustia de mi corazón al pasar junto a la iglesia se calma. Si los seres que amaron esa alma en aquel cuerpo saben de su estado actual estarán en calma también. La tarde casi de verano no les traerá la extrañeza del contraste. Sabrán también que, si esa alma amaba los bosques de ribera y anhela verlos de nuevo, regresará a este plano, a la vida en la tierra donde crecen los bosques de ribera; volverá a la infancia, a los sueños, a las esperanzas; verá las escuálidas varas convertirse en una esbelta chopera por la que, en una tarde de verano, se cuelan los rayos del sol.

Si esa alma solo anhelaba la dicha pura, y compartirla con los demás, ¿qué planos de existencia le esperarán?

Desde el alma, inmortal,

Indrani

«CARTAS DESDE EL CAMINO. PASOS DE UNA DISCÍPULA DE YOGANANDA»