Cartas de Indrani

Queridas almas:

«Cuando Dios creó el mundo, lo creó sin muerte». Estaba recostada en un sillón de odontología cuando el dentista me obsequió con esta bellísima imagen.

«Un mundo sin muerte». Un mundo en flor; donde la vida se insufla en cada pensamiento, en cada movimiento; donde la vida alienta la atmósfera y la voluntad. En aquel momento vi un mundo de belleza, de refinamiento, de calma. Un mundo sin muerte, ¿no nos hace inspirar profundamente a todos y quedar bañados en dicha?

Un mundo sin muerte es una de nuestras aspiraciones más hondamente arraigadas o, tal vez, la más hondamente arraigada. En nosotros late la conciencia de lo eterno y, por mucho que se aleje nuestra realidad terrenal de esa conciencia, en nuestro interior no deja de latir. Un mundo sin muerte es el mundo con el que, en nuestra conciencia más elevada, nos identificamos.

Si después reflexionamos en ello, la primera idea que levanta en nosotros un mundo sin muerte probablemente sea un mundo sin matanzas entre seres humanos. Un mundo sin guerras. ¿Es posible un mundo sin guerras? ¡Sí! Basta con desterrar la avaricia.

A continuación, la siguiente idea quizá sea un mundo en que los seres humanos no destruyen la vida de los demás seres vivos. ¿Es necesario, por ejemplo, dar muerte a un animal, una criatura altamente evolucionada, para alimentarse de él? No. El ser humano tiene acceso a alimentos con una vitalidad mucho mayor que la carne muerta, sin abatir la vida de un ser con una fuerte consciencia de la vida y la muerte. O, ¿es necesario derribar los bosques, horadar la tierra, sembrar desiertos para halago de nuestra comodidad? No cabe la menor duda de que el ser humano puede evitarlo.

A continuación, quizá lleguemos a la vida de nuestros pensamientos, a la vida de nuestras motivaciones y nuestros anhelos. ¿Con cuánta «vida» los hacemos brillar?

Nosotros, seres humanos, tenemos el poder para crear un mundo sin muerte.

Y, ¿nuestra propia muerte? Nuestra «muerte» es un paso hacia la inmortalidad.

Desde el alma, sin muerte,

Indrani

«CARTAS DESDE EL CAMINO. PASOS DE UNA DISCÍPULA DE YOGANANDA»