Cartas de Indrani

Queridas almas:

Paseando por la orilla del Rio Sarela en un mediodía de comienzos de verano quizá encuentres a una pareja joven —probablemente estudiantes en la Universidad de Santiago— sentados en una roca en mitad del rio comiendo —llevan la comida en cajitas rectangulares. Te miran con adustez, por haber invadido su intimidad o, tal vez, porque sienten cierta vergüenza al verse sorprendidos mientras comen. En respuesta a su mirada, sonríes —realmente te gusta verlos en una actitud tan intrascendente— y les saludas con amabilidad. Entonces su expresión cambia por completo, se abre, y responden a tu saludo con alegría.

En ese momento, al igual que cuando una gota de lluvia cae sobre la superficie de un lago, se produce un movimiento expansivo. Como la onda que produce la gota de lluvia, la alegría contenida en su respuesta se expande y, como una gota que hubiera caído anteriormente, tu amabilidad se expande. Las dos ondas propagan la alegría y la amabilidad, las hacen vibrar en la atmósfera caldeada del mediodía y las dilatan.

Es la tarde que precede a la noche de San Juan. Dos amigos salieron, por las orillas del mismo Rio Sarela, a buscar las hierbas de San Juan. Fueron recolectándolas entre la jugosa vegetación que crece en los recovecos del rio, pero no conseguían encontrar hierba luisa. Cuando decidieron que no iban a ser capaces de encontrarla, se les ocurrió pedirla. Llamaron en una casa junto al puente de piedra cerca de San Lorenzo y explicaron su aprieto. Podría parecer extraño, pero resultó que en la casa sí tenían hierba luisa —también allí era tradición recolectar las hierbas de San Juan— y les dieron dos manojos.

En aquel momento, otra onda de amabilidad se propagó desde la casa cerca de San Lorenzo y vibró en el espacio circundante.

Imaginemos el rio Sarela en esos dos momentos. No cabe la menor duda de que, al mismo tiempo que las ondas de uno y otro se propagaban, otras ondas de generosidad, amabilidad, felicidad estarían extendiéndose desde distintos puntos de las márgenes del rio. Y unirían su vibración.

¿No creéis que si en una sola zona, por ejemplo el rio Sarela, coinciden varios epicentros de buena voluntad, buena disposición hacia los demás, toda la zona quedará cubierta por sus ondas?

Cada vez que expresamos empatía, dulzura, generosidad, comprensión, se produce un movimiento ondulatorio de esas cualidades, y con él esas cualidades colman el espacio alrededor. Esas ondas multiplican el efecto de dichas cualidades y las extienden.

Imaginemos así nuestra contribución al cambio que deseamos ver en el mundo. Quizá en nuestra mano esté solo crear una onda de corto alcance, quizá solo podamos actuar como un débil epicentro. Pero un pequeño cambio que originemos a nuestro alrededor se unirá a las vibraciones de otras pequeñas ondas procedentes de otros débiles epicentros y la unión de todas las ondas cubrirá el planeta.

Desde el epicentro del alma,

Indrani