Cartas de Indrani

Queridas almas:

La atmósfera está revuelta. Arriba, una aglomeración variopinta de nubes: unas alargadas, otras forman casi cúmulos, algunas se deshilachan en ondas aborregadas, y el conjunto da un aspecto desaliñado al cielo. Abajo, hace calor; al mismo tiempo, la falta de sol opaca la ribera.

La vegetación parece agotada en el ambiente seco y sin luz. Al mirar hacia la curva del camino donde los fresnos y los chopos que lo bordean forman un portal, veo esta puerta un poco ajada. Me viene a la mente que ha perdido el lustre juvenil de la primavera. Siento como si los frondosos árboles y las hierbas del camino hubieran dejado atrás la vida alegre, cargada de energía, del último periodo.

De pronto, contemplando este cuadro —uno de mis favoritos del paseo— me viene el pensamiento: ¿Por qué lo veo así?, ¿por qué doy pie a que se forme en mí esa idea? En este mismo instante, si lo deseo, puedo cambiar radicalmente mis sensaciones de la vida a orillas del río. Puedo crear una visión totalmente distinta.

Ahora la ribera del Torío recobra su encanto. La vegetación se encuentra en su punto culminante. Los árboles poblados, los bordes del camino, las oquedades que dejan ver el agua corriendo sin prisa son la expresión final de los meses de escarcha, lluvias, viento gélido. Contemplo el escenario con satisfacción y con una sonrisa interior dedicada a mi deficiente apreciación de hace unos instantes.

Mi percepción del río ha dependido únicamente de mi disposición interior. No me ha costado mucho transformar mi sensación. Bastó con comprender que el paisaje que estaba contemplando lo determinaba «mi» sensación; es decir, mi actitud, el tinte que mi corazón daba a la escena que se desplegaba ante mis ojos.

¿Has probado, cuando algo revuelve la atmósfera de tu corazón, a tratar de comprender qué la determina realmente? Si lo has hecho, sin duda habrás intuido que, más allá de la causa externa, existe una causa interior.  Quizá te has detenido un instante para examinar lo que experimentas y has entrevisto, en el fondo de tus sentimientos, que se trata únicamente de «tu» sensación.

Cuando estamos dispuestos a ir al fondo de las sensaciones que despiertan en nosotros las circunstancias que no nos gustan descubrimos que, en realidad, lo que nos produce desazón es que «no nos gustan». No se trata de lo que sucede, sino de nuestra actitud. Somos nosotros quienes envolvemos los hechos en una atmósfera de calma, alegría, luz o en una atmósfera revuelta y ajada.

Si, por un momento, reflexionamos en que los hechos que a nosotros nos desazonan pueden causar entusiasmo, admiración o indiferencia en los demás, comprendemos que la raíz de nuestra experiencia está en nuestro corazón. Solo nosotros creamos las sensaciones que tiñen de colores brillantes o apagados nuestra vida.

En nuestro corazón está la clave para vivir en una atmósfera de calma y dicha.

Desde la atmósfera del alma,

Indrani

«CARTAS DESDE EL CAMINO. PASOS DE UNA DISCÍPULA DE YOGANANDA»