Cartas de Indrani

Queridas almas:

Los campos de cultivo han rendido su último aliento. Su generosidad lo ha dado todo. Ahora yacen exhaustos. Se extienden sedientos, arrasados, hasta las lindes de los árboles, donde la Naturaleza conserva todavía algún don que ofrecer: sombra para los paseantes del camino, la sensación de vida que resiste el estío y, en las colinas, bellotas y frutos silvestres que en otoño alimentarán a los animales del bosque.

Por un sendero, atravieso un pastizal reseco donde solían pacer caballos, pero que ahora aparece abandonado. De pronto, al acercarme a un lindero de avellanos escuálidos, una bola gris y blanca, suavemente peluda, da un brinco delante de mí y sale corriendo. Un conejo aprovecha todavía el resto de hojas verdes que se cobijan bajo el seto. Los campos no han agotado su capacidad de dar. Consumidos, aún mantienen rincones donde se resguarda algo de alimento que ofrecer, y lo dan.

«Hay mayor dicha en dar que en recibir». La Naturaleza no se conforma con conocer esta máxima, está dispuesta a llevarla a la práctica, hasta sus últimas consecuencias.

Me siento en medio de los campos agotados, en un tocón del seto desde donde el conejo saltó —lamento que por venir a sentarme aquí le privé de su comida; ojalá no se haya alejado demasiado y, cuando yo me vaya, él vuelva—. La dicha florece cuando ya no se pide nada a los demás, crece a la par que la libertad interior. La dicha florece cuando ya no se busca recibir nada de los demás; cuando no se espera nada de ellos, ni siquiera comprensión o apoyo. La dicha florece cuando no se exige nada a la vida; cuando ya no se desea que nos de nada.

La dicha florece cuando nuestro único pensamiento es dar; cuando la idea de recibir no tiene cabida en nuestro corazón.

Los campos de cultivo parecen exhaustos, la Naturaleza tiene sed. Pero, después de darlo todo, vendrán las lluvias otoñales y reverdecerá. Su agotamiento no es su último estado, solo una corta etapa antes de renacer.

Desde el alma generosa sin límites,

Indrani

«CARTAS DESDE EL CAMINO. PASOS DE UNA DISCÍPULA DE YOGANANDA»