Cartas de Indrani

Queridas almas:

El calor brumoso de Agosto vela la luz de la mañana. Los campos continúan sedientos desde mi ventana. En la huerta, también la sequía había agostado la pradera, pinchosa y amarillenta; pero hace unos días decidí comenzar a regarla y, gracias al agua que se esparce pulverizada desde el pozo, ahora es un prado fresco, verde, esponjoso sobre el que vuela una mariposa blanca.

En la «Autobiografía de un Yogui», Paramhansa Yogananda cuenta su encuentro con la gran santa india Ananda Moyi Ma. Ella le explica que, antes de venir a la Tierra ya «era la misma», cuando nació ya «era la misma», mientras fue niña «era la misma»… Este pasaje, que desde que lo leí por primera vez quedó grabado en mi memoria, tendrá, claro, decenas de interpretaciones. Entonces me pareció evidente que se refería a cada uno de nosotros. Ahora diría que sí, se refiere a cada uno de nosotros, en potencia; como realidad vivida se refiere a ella y a quienes han alcanzado ya un estado de conciencia como el suyo. Para los demás, su afirmación es una promesa. Una promesa para todos, porque todos algún día alcanzaremos ese estado de conciencia. Y, para muchos, en este momento, su promesa también es un objetivo.

¡Cuánto aliento contiene la afirmación de Ananda Moyi Ma! ¡Qué dulce, con la promesa que lleva inscrita, fijarla en nuestra mente y nuestro corazón! Sí, tenemos que hacerle sitio, realmente cederle el lugar privilegiado, dentro de nosotros. Y debemos saber que se cumplirá. Pero también que esto no sucederá de forma automática. La pradera en mi huerta contenía las raíces y las semillas que la harían rebrotar, pero sin el agua del pozo continuaría reseca y estéril. Del mismo modo, nosotros tenemos que «regar» esta promesa: Algún día sentiremos que siempre «hemos sido los mismos»; siempre hemos sido el alma, la imagen de la Conciencia cósmica. Por ahora, alcanzar esa comprensión es un objetivo.

En nuestro camino hacia ese objetivo se presentarán, sin ninguna duda, las lecciones que tendremos que aprender para saber quiénes somos. Aprender una lección puede ser sencillo o puede ser tremendamente complicado, en virtud de la dificultad de la lección. Y, a veces, podemos dar tanta importancia al revestimiento con que se presenta la lección, que olvidamos que es solo una lección. Olvidamos que, sencillamente, se trata de un aprendizaje.

Cuando alguien está estudiando, no se espera que ya conozca la materia de estudio, sino que, a lo largo del curso, la aprenda.  Sería absurdo que el estudiante se tomara tan a pecho no conocer ya de antemano lo que va a estudiar que se sintiera un fracasado. Para nosotros, la afirmación de «la Madre impregnada de gozo» —como se conocía a Ananda Moyi Ma— puede ser como un ancla mientras vamos aprendiendo las lecciones que nos llevan a la meta: hacer resplandece nuestra alma. No nos tomemos demasiado a pecho las circunstancias que conducen a esa meta. Somos los estudiantes que aspiramos a conocer la verdad. Otros, como Ananda Moyi Ma, ya la conocen y nos hablan de ella. Son el ejemplo de cómo debemos actuar, y también un consuelo. Son nuestra ayuda mientras vamos pasando de lección. Lo que importa ahora es el deseo de aprender.

Desde el alma, siempre la misma,

Indrani

«CARTAS DESDE EL CAMINO. PASOS DE UNA DISCÍPULA DE YOGANANDA»