Cartas de Indrani

Queridas almas:

Por las mañanas la sequía parece retirarse un momento. El rocío reaviva la vegetación y, por el camino del rio a esta hora sombreado, la naturaleza recobra su brillo. Incluso en algunos campos resecos durante las últimas semanas, la alfalfa se arriesga a pasar sed y rebrota aquí y allá creando una superficie de ligero verde.

Me siento en un tronco caído, junto a los setos donde hace unos días buscaba comida una bolita blanda y peluda. Quizá aprovechando algunos brotes tiernos gracias al rocío, tres caballos han sido traídos de nuevo a pastar. Sus bellas y elegantes formas negras se cobijan del sol de la mañana en el seto que circunda el prado.  Qué serena imagen forman sus cuerpos brillantes bajo el seto, los árboles tras ellos, al fondo la montaña.

La vida cotidiana no siempre goza de esta serenidad, quizá con demasiada frecuencia los problemas, las dificultades, los retos perturban la paz, la belleza, la dulzura de un momento como este. Pero si aprendemos a entrar en nuestro interior, cuando nos sentamos en un tronco caído y cerramos los ojos, la realidad se transforma. En nuestro interior el mundo no presenta conflictos ni dificultades, no tiene forma ni límites y la sensación de liberarnos de toda atadura nos llena de gozo. Entonces comprendemos la metáfora de Paramhansa Yogananda en que compara la vida externa con un sueño, porque en ese momento sabemos que estamos despertando.

En una ocasión, a una querida amiga le preguntaron cuál era su experiencia cuando practicaba cierta técnica —se trataba de la técnica de meditación milenaria Hong-So— su respuesta fue: «Grandiosa». La vida interior, el mundo interior es grandioso. El mundo exterior es como un sueño, repleto de situaciones absurdas, gobernado por la más absoluta falta de lógica, caótico, muchas veces oscuro. A medida que despertamos, el sueño va desdibujándose; la oscuridad se desvanece paulatinamente y, como alguien que se despierta en una habitación con la ventana abierta, en la duermevela cada vez contemplamos más luz; se aclara la lógica de los sucesos; todo adquiere sentido.

Mientras vivimos en el mundo material no podemos esperar la perfección, no es una cualidad de ese mundo. No podemos esperar que en todas las situaciones resplandezca la luz, en ese mundo existe también la oscuridad. No podemos esperar que reine la calma o la paz, es un mundo en conflicto, en movimiento frenético. Pero sí podemos dar los pasos para despertar de su realidad soñada y vivir gradualmente en una realidad más amplia, más luminosa, más cargada de significado.

Llegará un día en que despertemos completamente, la única realidad que existirá será la que ahora vivimos cuando cerramos los ojos y entramos en nuestro interior, contemplaremos en todo la armonía y la belleza de este momento de la mañana y experimentaremos la grandiosidad de nuestro ser, y de todos los seres.

Desde el alma, siempre despierta,

Indrani

«CARTAS DESDE EL CAMINO. PASOS DE UNA DISCÍPULA DE YOGANANDA»