Nuestra vida en nuestras manos

Queridas almas:

Por la orilla del Torío, las tonalidades ocres y amarillas revisten la ribera de un modo casi fantástico. Los árboles van descargándose de hojas, las hojas se adelgazan, la vegetación toda se aligera y una ingrávida belleza se extiende alrededor. La suave luz del atardecer se armoniza con la suavidad del color y la acentúa. En medio de los altos chopos, la elegancia de los fresnos, el titilar de las hojas en un abedul, la energía se retira a nuestro centro para embargarse en el paisaje.

Dos niños —un niño y una niña— pasan por el camino con su madre y un perro de lanas; la atención dubitativa con que me miran los niños, la sonrisa amplia de la madre, dirigen la energía del paisaje a este cariñoso encuentro. Cuando me rebasan, vuelvo al paisaje, a la dulzura de la luz y la vegetación. Pero al cabo de un momento un mirlo canta con tal claridad que permito que mi energía siga su canto y se deleite en él.

Pasando así, deliberadamente, del bosque a los niños, de los niños al mirlo, del mirlo a la luz del ocaso, sonrío por el gozo de la tarde y porque me parece estar aplicando las enseñanzas de Paramhansa Yogananda; me siento dueña de mi vida para disfrutar de cada uno de los instantes de este atardecer.

Yogananda enseñó a actuar sobre nuestra energía. Enseñó ejercicios para «recargar» nuestro cuerpo y nuestra mente de energía a partir de la fuente cósmica de energía inagotable; y para «dirigir» esa energía con nuestra voluntad. Enseñó también la técnica de Kriya Yoga, con la que se aprende a aumentar la corriente de energía interior y a dirigirla hacia el sexto chakra, la puerta de la libertad. Así que, en este paseo por el rio, me veo practicando sus técnicas, dirigiendo voluntariamente la energía hacia la calma, la belleza, la dulzura de la tarde.

Yogananda nos enseña a adquirir control sobre nuestra energía; esto implica adquirir control sobre nuestros estados de ánimo, emociones, pensamientos, actitudes… y llevarla allí donde se desee. Puedes entonces dirigirla hacia un atardecer a orillas del rio Torío o puedes actuar sobre ella para «retirarla» de todo aquello que represente un sumidero, una fuga de energía en tu vida. Puedes retirarla de pensamientos carentes de luz, de actitudes contractivas, de sentimientos dolorosos; y puedes, al instante, guiarla hacia los más brillantes pensamientos, la expansión, la dicha.

Si aplicas estas técnicas, te darás cuenta de que tu felicidad está en tus manos, tu alegría está en tus manos, tu amabilidad está en tus manos, tu amor está en tus manos. Swami Kriyananda expresó esta idea en la afirmación que creó para acompañar a un asana de Hatha Yoga, la postura de Sasamgasana, la liebre: «Soy dueño de mi energía, soy dueño de mí mismo».

Si aprendes a adquirir, retirar y dirigir tu energía vital, tu vida estará en tus manos.

Desde la vida del alma,

Indrani

«CARTAS DESDE EL CAMINO. PASOS DE UNA DISCÍPULA DE YOGANANDA»