Una corriente de calma

Queridas almas:

La mañana parece creada por un pintor de veladuras. El azul del cielo se presenta velado por delgadas capas de nubes blanquecinas, el verde de los prados está velado por una fina capa de escarcha. La agitación de la vida humana está velada por la luz suave y el silencio de los campos. Desde la ventana, al fondo, las formas de un rebaño de vacas brillan un instante cuando el sol se cuela entre el velo de nubes, y una vaca se desplaza lentamente por el borde de la escena, aunque solo veo su movimiento lento, adivino sus pasos silenciosos apagados por la hierba.

Este comienzo de mañana de invierno, en el que ningún color llama la atención de nuestra vista, ningún sonido alerta a nuestro oído, en que el único movimiento es el pausado caminar de ese cuerpo grande a lo lejos, está impregnado de calma. Los sentidos externos solo reciben estímulos velados y ese sentimiento de tranquilidad que inunda la escena desde la ventana se transmite a nuestro ser.

Cuando podemos detenernos así en una escena de calma, al mismo tiempo que los sentidos están en reposo parece abrirse un sentido interior. Todo se ve como si miráramos a través de una lupa que pudiera penetrar en los objetos y nos mostrara su última realidad, la que subyace a las formas externas. Parece como si pudiéramos ver la paz inmutable que sustenta el mundo en movimiento.

Bajo la tranquila escena matinal se siente una corriente de vida ajena al ajetreo del «mercado humano», como lo llama Paramhansa Yogananda. Esta corriente está siempre presente, pero normalmente aparece cubierta por las transacciones de la vida exterior, por el «toma y daca» cotidiano, que nos envuelve, nos ofusca, nos ciega. Pero, ¡es tan balsámico salir de ese mercado y tratar de ver lo que discurre bajo su agitación y sus turbulencias!

Una corriente de vida siempre luminosa fluye bajo la superficie claro-oscura del mundo exterior. Cuando entramos en ella podemos percibir un mundo de paz, un mundo de calma. Y si nos adentramos en esos sentimientos podemos descubrir que, incluso bajo esta corriente, existe otra realidad. Es también una realidad de paz y calma, pero en la que todo movimiento —hasta el más pausado— cesa. Es la realidad de la paz, la calma, la luz sin movimiento, sin agitación. Es la realidad de la Conciencia Absoluta.

Queridas almas, os deseo que os fundáis en esa Conciencia.

Indrani

«CARTAS DESDE EL CAMINO. PASOS DE UNA DISCÍPULA DE YOGANANDA»