La leyenda del arcoíris

Queridas almas:

Sin duda, observando un arcoíris, más de una vez os habrá venido a la mente la leyenda irlandesa según la cual al final del arco iris los leprechauns guardan un tesoro: una olla repleta de monedas de oro. Probablemente habréis imaginado el final del arcoíris, y quizá hayáis pensado que, claro, la olla está al final porque ese final jamás se alcanza.

Hace unos días regresaba de Santiago de Compostela. Salí de la ciudad lloviendo, y una lluvia intensa me acompañó durante kilómetros. Sin embargo, al acercarme a Lugo, la lluvia se convirtió en orballo, el cielo comenzó a abrirse, algunos rayos de sol iluminaron el paisaje verde, los carballos con sus plumas moradas. Al momento, un arcoíris se dibujó delante y por encima de mí. Brillaba en mitad del cielo con unos colores tan intensos que pensé que nunca había visto en un arcoíris un violeta tan nítido, tan fuerte. Poco después pude distinguir su doble, con sus colores mucho más débiles, extendiéndose junto a él. Como siempre, contemplar este espectáculo me llenó de alegría.

Al dejar la ciudad un ligero velo de morriña cubría mi corazón. El arcoíris descorrió completamente el velo y el corazón fue expandiéndose a medida que el arcoíris brillaba sin desvanecerse frente a mí, un poco más resplandeciente cada kilómetro que avanzaba. Lo contemplé como el más precioso regalo del Creador. ¿No es el arcoíris una de las manifestaciones más sorprendente y bellas de la Naturaleza? Me parecía un recordatorio de trascendencia en la Creación. El recordatorio de que existe una Inteligencia Cósmica, que se permite jugar con los elementos, combinar el agua y la luz, crear para nosotros una inmensa y sutil imagen de los colores con que está construida la Creación.

Deleitándome con este arco inmaterial decorando el cielo, pensé en el tesoro escondido al final de él. El mismo arcoíris era el tesoro, su mensaje de trascendencia era la olla de monedas; en realidad, excedía el valor de cualquier cantidad de monedas de oro que pudiera encontrarse.

Tengamos siempre presente que existe una Inteligencia Cósmica —capaz, por ejemplo, de crear el arcoíris— y la alegría, la dicha, no nos abandonarán jamás. Ese fue mi propósito mientras sonreía, me reía, conduciendo acompañada por el arcoíris.

Al cabo de un tiempo el arcoíris empezó a desdibujarse, lo vi desvanecerse por el extremo más próximo a mí. Y no sé si alguna vez lo habéis contemplado, ni sé si me creeréis, pero vi su final; terminaba justo al borde de la carretera, evaporándose al contacto con el suelo. Y este final aumentó mi alegría, porque había descubierto la olla de monedas de oro.

Desde el alma y la Creación,

Indrani

«CARTAS DESDE EL CAMINO. PASOS DE UNA DISCÍPULA DE YOGANANDA»